Una alternativa posible para la pobreza

Por Damián Martínez
Abogado - Profesor universitario

 

Según los últimos datos del INDEC, en Córdoba el porcentaje de personas en condición de pobreza se ubicó en 37,9%, es decir, 640.000 cordobeses, que equivaldría a dos veces la cuidad de Río Cuarto o seis veces la cuidad de Alta Gracia, según los datos de condiciones de vida del segundo semestre del 2022. Por tal motivo, desde el 2001 aumentan las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). En efecto, según el Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad (CENOC) hoy existen 25.969 registradas y más de 100.000 en informalidad.

 

En Córdoba, hay más de 15.000 ONG registradas y hasta 60.000 sin registrar desde el 2001, cifra que se incrementó desde la pandemia en el 2020, algunas por la burocracia y otras porque la realidad es avasalladora cuando se trata de necesidades básicas insatisfechas. Así, la luz de esperanza está en el compromiso de la sociedad civil por resolver aquello que los gobiernos no resuelven.

 

La pobreza extrema, como sostiene la Organización de Naciones Unidas (ONU), llega en América Latina a más de 60 millones de personas y, debido a la pandemia, se podría incrementar aún más. Por esa razón, son importantes los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados en 2015 para la agenda 2030. De ellos, los dos primeros se enfocan en la cuestión que nos ocupa: el 1° “Poner fin a la pobreza en todas sus formas” y, el 2° “Poner fin al hambre”.

 

La convocatoria es amplia, se orienta a articular acciones conjuntas: gobiernos + organizaciones de la sociedad civil + universidades + empresas + iglesias + ciudadanos. Destaco en este sentido la labor del “cuerpo de voluntarios” siempre a disposición de quienes necesitan una mano extendida, sin exigir nada a cambio, que en estos momentos se estima hay en actividad unos 500.000 voluntarios.

 

Con estas personas tan valientes, la situación mejora un poco. Asimismo, con su labor no alcanza.

 

Una alternativa posible

 

Para revertir la realidad que nos apena, resulta imprescindible establecer metas de trabajo para un verdadero desarrollo social:

 

1) Planificar junto a las ONG las políticas públicas que hay que implementar, principalmente en sectores más vulnerables;

 

2) Formar funcionarios como verdaderos servidores públicos, con sensibilidad, integridad y altruismo.

 

3) Fortalecer organismos, instituciones, poderes y a la ciudadanía para evaluar y seguir impactos y resultados de las políticas públicas.

 

4) Crear equipos con competencias y habilidades para diseñar políticas públicas.

 

5) Coordinar acciones con la ciudadanía, empoderando a los ciudadanos.

 

6) Convocar ecuménicamente a las iglesias, para que lleven esperanzas a los más desprotegidos.

 

De concretarse estos puntos la pobreza se reduciría notablemente, también las ONG sin registrar que surgieron ante el estado de necesidad, y además se asistiría con mayor eficiencia a las 15.000 ONG registradas y a este cuerpo de voluntarios predispuesto y generoso, siempre cumpliendo con nuestra obligación de no dejar a nadie en el camino, como expresa la parábola del buen Samaritano.

 

En definitiva, se trata de confluir en un espacio común las voluntades dispersas hoy, recuperar el sentido de comunidad –literal- y perseverar en la meta de erradicar la pobreza con la misma convicción con la que hace 40 años venimos defendiendo la democracia.

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