Duele ver la "ajenidad" de nuestros dirigentes políticos

Por María Constancia Garzón

No haber estado en ninguna esfera de poder, es lo que me posibilita ver y sentir lo que vive y siente la gente desde adentro. No como un sociólogo, politólogo o analista, sino como parte del todo a los que -con indiferencia- llaman “el pueblo”, “la gente” o “los votantes”.

Más allá de toda disquisición sobre ideas de qué país queremos, más allá de los que usan el poder a su propio servicio, de corruptelas o inmoralidades, la realidad es que quienes nos gobiernan se creen una casta ajena a la gente en cuya representación detentan los cargos.

Creo que la verdadera grieta no está entre K y anti K, por moral que sea la diferencia, lo que nos separa son universos distintos.

Nos hemos cansado de escuchar el “ustedes” y “nosotros”, de verlos en la TV como si fuesen actores de Hollywood mirando sólo la cámara, ignorando por completo a quienes estamos del otro lado.

Por importante o determinante que sean las cuestiones que hoy se discuten y que aparentemente les insumen toda la energía: la silla en el Consejo de la Magistratura, la Boleta única, el impuesto a la “renta inesperada”, el derrotero judicial que a ningún lugar conduce, el balance y condena a la década del 70, etc., su resolución NO llena la heladera de la gente, NO estimulan el ahorro, NO incitan a emprender, NO dan reglas claras para producir.

“Nosotros”, los que caminamos las calles abarrotadas de piquetes, los que hacemos malabares para sobrevivir en un enjambre de normas dictadas para hacernos más difícil crecer, las víctimas ciertas o potenciales de la inseguridad, los educadores y educandos luchando contra un sistema de desvalor, somos invisibles para “ellos”.

He llegado a la conclusión que no es que nos ignoren, simplemente no nos ven.

Es que lo que nos pasa no los afecta, la inseguridad se evita con guardaespaldas, la falta de conectividad con aviones privados, el COVID con las primeras vacunas, la educación de los hijos con Harvard, la falta de artículos de importación se resuelve viajando, el deterioro de la salud pública con el Otamendi. Otra realidad, distinto escenario, una bonanza de ellos con el esfuerzo de nosotros.

No se pueden abordar realidades que no se conocen, no sirve que les cuenten, hay que sentirlo de cerca. Si no lo hacen, caen en la ignorancia, con soltura hablan de que la soja es un yuyo, que no hay pobreza, que la gente viaja en ómnibus nuevos, que somos el ombligo del mundo y otras sartas de imprudencias.

Son tan ajenos, tan extraños que ya parece inútil enojarse, es más, hasta a veces nos retan, nos encierran, nos penalizan.

Es imperioso tener políticos que se hayan embarrado las botas con el sol despuntando en un campo que amanece cuando la noche persiste, que se sienten en pupitres tambaleantes, que tengan frío, que sufran calor, que trepen a ómnibus abarrotados, que hagan interminables colas, que busquen justicia y por sobre todo, que vivan con lo que “producen” y no con la suma que antes del cinco de cada mes aparece depositada en sus cuentas bancarias.

Necesitamos que nos hagan saber que caminan nuestras calles, que palpitan con nosotros, que pertenecemos al mismo barco.

 

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