Falsa justicia social (y 5 dolores más)

Por Inés Gutiérrez Berisso


1. Falsa “justicia social”.


En aras de una declamada “justicia social” se ha instaurado un sistema de privilegios y clientelismo.

El que no trabaja recibe planes sociales cuyo objetivo es asegurar el manejo de una caja a dirigentes políticos o sociales que, además, se quedan con parte de esos planes. 

Además dichos planes anulan la capacidad de desarrollo personal e impiden salir de la pobreza. 

La pobreza se convierte en un medio de supervivencia para unos y un medio de acumulación de poder y dinero para los gerenciadores de los planes.

La seguridad de contar con los planes anula la iniciativa personal y la posibilidad de un futuro por fuera de los sistemas clientelares. 

Anécdota personal: en 2021, fiscalizando en La Matanza escuché una conversación entre tres chicas jóvenes que festejaban que podían acceder a un nuevo plan. Esa era su aspiración de vida.

Esta idea de un estado que provee “justicia social” termina impidiendo la madurez de los ciudadanos. Muchos son eternos “niños” que necesitan asistencia de por vida, aunque no tengan ningún tipo de discapacidad.

El que trabajó toda la vida, y aportó al sistema jubilatorio coactivamente, recibe una jubilación mínima. El que nunca aportó al sistema, recibe la misma jubilación.  En vez de “dar a cada uno lo suyo” esta “justicia social” da a cada uno lo que no le corresponde.

2. Educación de gestión estatal que no educa 

Los chicos que terminan el secundario no comprenden textos. No salen preparados para iniciar una educación terciaria o superior o para conseguir un empleo.  

Docentes mal pagos/directores de escuela sin iniciativa/enorme burocracia que agiganta el costo en educación que no llega al aula. 

Planes de estudio que no se adaptan a las distintas realidades de los alumnos argentinos. 

Necesidad de crear títulos intermedios en la secundaria. Necesidad de innovar en la currícula con asignaturas/actividades que ayuden al desarrollo intelectual y emocional de los alumnos haciendo descubrir los talentos de cada uno y los incentive a querer completar los estudios. Necesidad de reformar el estatuto del docente.

Muchos alumnos van a la escuela sólo porque les dan una vianda o porque es el medio para obtener la AUH. No porque vean en la escuela un espacio de desarrollo personal.

Educación de gestión estatal o privada esta muchas veces a merced de disposiciones/planes/ideologías que responden a los burócratas de turno y no al desarrollo de los alumnos.   

Educación que al no alentar el mérito, iguala hacia abajo y empobrece. Gran contraste con lo que ocurre en el deporte o el arte, donde la sociedad aplaude a los números 1.

3. Sindicatos con cúpulas hereditarias 

Cúpulas que se han convertido en empresas prebendarias a cargo de esos mismos dirigentes y que emplean métodos extorsivos contra las empresas.  

El costo laboral es tan grande, que el potencial empleador evita tomar empleados. Así, es difícil que haya nuevos trabajos y para muchos los planes sociales se convierten en una forma de vida.

4. Inflación que carcome los salarios y no permite el ahorro. 

Es el peor impuesto. Alienta un consumo de bienes efímeros y no la inversión en bienes durables. 

Los que pueden, ahorran en dólares para evitar la pérdida del valor del peso, sumando el equivalente de un PBI que no se invierte en negocios/pymes que darían trabajo y activarían la economía.

5. Burocracia ineficiente a nivel nacional, provincial y municipal. 

Cuesta millones a los contribuyentes y no genera prácticas que mejoren la calidad de vida. Puestos hereditarios/prebendas/jubilaciones de privilegio/capas de empleados públicos que cada administración deja a la siguiente. Burocracia que se convierte en recompensa por la militancia política.

6. Carga impositiva inaguantable 

Para un sector privado cada vez más chico que sostiene un sector público en constante aumento.  


Argentina, antes país receptor de emprendedores, hoy expulsa a muchos de sus jóvenes que, al no ver futuro en su país, buscan desarrollarse en otros.  

Por el contrario, muchos de los que siguen ingresando hoy, se convierten en parte del engranaje clientelar o de las mafias asociadas al narcotráfico.

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