Crear o dirigir una ONG es una carrera de obstáculos
Por María Amalia Caballero
Las organizaciones de la sociedad civil prestan un servicio a la sociedad trabajando, en forma desinteresada y gratuita, su colaboración con el Estado, es subsidiaria en Educación, Salud, Familia, entre otros muchos ámbitos, llegan a donde el Estado no llega.
Por este servicio
sería, casi, un requisito que el Estado reconozca el trabajo que prestan y
garantice su continuidad, a través de subsidios y otros beneficios, una vez
demostrado el valor que representan.
Sin embargo la
realidad demuestra lo contrario. De acuerdo con la información recogida en este
ejercicio, sumado a mi experiencia de trabajo en OSC a lo largo de cincuenta
años puedo asegurar que: el Estado se demuestra como un impedimento en vez de
brindar un legítimo reconocimiento por esta labor.
DUELE
Las exigencias y
requisitos, tanto para inscribirse como para las continuas renovaciones
Asociación Civil o Fundación, resultan sumamente engorrosos sin recibir
–habitualmente- ningún beneficio.
Es hasta tal punto
complicado que se repiten respuestas como:
-Nosotros elegimos trabajar en alianza con
una Fundación.
Este vínculo resultó interesante, aunque con
inevitables diferencias, hasta que con la cuarentena, la Fundación: se fundió.
Y quedamos nuevamente solos.
Por pertenecer al
tercer sector o, mejor dicho, Sector Social, no están habilitados a cobrar por
la prestación de servicios solamente pueden recibir adhesiones, bono
contribución.
Continúan los
testimonios:
-Cuando optamos por inscribirnos, necesitamos
contratar un Especialista (abogado o escribano) que haga el Estatuto, un Gestor
para que haga los trámites ante la IGJ (más el gasto en sellados, etc.), un
Contador para que haga los Balances y otro gestor para que los presente.
También hay que hacer un trámite especial para la exención de ganancias.
Sumando de esta manera costos permanentes y difícilmente cubiertos.
No se trata de que no haya reglas sino de que las reglas se adecuen al tipo de organización, al servicio que prestan y sin fines de lucro, algo que marca la diferencia en la gestión y, por lo tanto, la necesidad de adecuar las condiciones.
EL DOLOR ES MAYOR por las consecuencias
La consecuencia
más grave es el desaliento, ¿para qué voy a hacer esa inscripción que solamente
me trae complicaciones y gastos? Para que el estado la reconozca y autorice, en
vez de pagar por los servicios que se prestan, por llegar a donde el Estado no
llega, ni llegaría.
Este desaliento
impacta en las Comisiones Directivas. Convengamos que, quien se brinda a estas
responsabilidades, necesita un trabajo para su propio mantenimiento y el de su
familia.
Más allá del
entusiasmo y compromiso con la Misión, que tienen los promotores de la
organización de la cual se trate, necesitan para la ejecución de sus objetivos
contar con voluntarios quienes, a su vez, requieren de una motivación
permanente.
¿Cómo entusiasmar con la organización si su
camino está lleno de obstáculos?
La gratificación,
habitualmente, está en las relaciones personales, esa mujer reconfortada, el
niño que accede a la escuela o a la nutrición.
La experiencia
demuestra que, los voluntarios sienten esta misión en forma transitoria,
entonces es necesario formarlos, darles nuevas herramientas, es decir
renovarlos a ellos y sustituirlos con el paso del tiempo.
Si hay algo que
verdaderamente desanima y DUELE es la burocracia y la falta de reconocimiento.
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